jueves, 18 de abril de 2013

Un pez llamado decisión

Hablar del tiempo es introducirse en una enredadera con hojas puntiagudas que pueden hacerte cosquillas o cortarte hasta terminar nadando en tu propia sangre.

Pero cuando el  tiempo te persigue como si fuera alguno de esos terroríficos seres de una película psicótica, terminas corriendo y rogando que no tropieces con una torpe piedra. La ventaja de todo este thriller es que la vida es (tal vez) la única cosa que te da opciones, solo debes introducir tu dedo en la pecera de posibilidades y pescar un pez o dejar que uno te muerda. Todo depende del gramaje de suerte que tengamos en nuestras vidas.

Esos peces (algunas veces carismáticos) son las decisiones. Grandes y pequeños, no importa el tamaño sino la intención, esa verdadera parafernalia que nos hace levantar cada mañana y compartir el aire con los demás seres humanos.

Aunque tomar una decisión no sea tan fácil como tomar un jugo de manzana, con el tiempo puede tener el mismo sabor, todo depende de que sobrevivas a la cena con los fantasmas de los miedos, los reproches y los nervios. Nadie dijo que era tan fácil como hacer hot cakes en una mañana nebulosa, pero tampoco es más difícil como tener la corona de la Reina Isabel.

Las decisiones deben tomarse tan calientes como un té y muy despacio, sorbo tras sorbo, analizando y pensando, dejando que nuestros mismos pensamientos terminen en un concilio pacifista y esperando que entreguen el veredicto final.

Es como afirmar o negar una pregunta pero aumentado los fundamentos, creando una historia previa y viajar hacia el futuro para quedarse aparcado un largo tiempo allí, cerca de un árbol, esperando a que caiga una manzana.

Después solo queda esperar, y ver si con esa manzana podemos sembrar algunos árboles, hacer un jugo o crear un furtivo y ridículo sepelio antes de depositar los restos putrefactos de la manzana en un sucio basurero.

Arriesgarse, solo queda arriesgarse.


jueves, 7 de febrero de 2013

Me cambié el nombre

Hace algunos meses conocí a una persona cuyas expectativas hacia ella estaban más bajas que las raíces de un árbol. Pero resulta que esa persona modificó extrañamente mi vida.

Su nombre es Jessica Day y aunque no atraviese los límites de la realidad, influyó en el panorama que tengo sobre la vida.

Si bien es cierto que toda mi vida he tenido comportamientos infantiles y hasta cierto punto absurdos, la misma Jess me hizo reafirmar esos complejos para vivir a diestra y siniestra los caóticos y bipolares días.

Entre mis tantas manías está la de preguntar, tal como lo hace un niño de cinco, y aunque lo hago con frecuencia, tal vez nunca entienda el verdadero significado de “El Arbol de la Vida” y a que se refiere la gente cuando dice “Tu eres lo que comes” pero me dá igual, mientras no se me olvide alimentar a Wonka (mi Beagle) y darle agua a mi planta de la abundancia cada tres días todo estará bien.

Y  aunque no tenga el coeficiente musical de Jess trato de alegrarme el día con la canción que, por alguna extraña razón, tarareo cada vez que me levanto de la cama y que se aferra a mi aunque no conozca su título o esté en mi “lista de canciones que nunca debo de escuchar”.

Estoy convencido de hacer cosas fuera de lugar porque cuando cruce el lindero de la vejez no tendré de qué reírme ni que contar en esas flácidas tardes de té; así que un día de estos te sorprenderé pintándome el cabello de azul o usando un disfraz extraño en una de esas tantas obras musicales que rondan por la ciudad.

Porque a pesar de mis 23 (infantiles) años, yo, Jonathan –Peter Pan- Mont, seguiré andando por el camino amarillo hasta encontrar lo que busco, lo que me hace feliz y a la persona que alimentará mi corazón.

Y sobre Jessica Day no te puedo contar mucho, mejor descubre y analiza su acertada vida en “New Girl” para que te quede claro que todo depende de la actitud.

P.D. Esto lo escribí haciendo muecas debido al alto contenido de mostaza en mi sándwich.



miércoles, 30 de enero de 2013

El destino y su cabello largo

El día no puede terminar sin una queja, es como Helena Bonham Carter en alguna de las películas de Tim Burton, nunca falta.

Y por más diminuta que sea, seguirá llamándose queja, al menos hasta que creen nuevas definiciones para quejas de diferentes magnitudes, Se imaginan?

Pero hay días en que la quejas van dirigidas hacia algo que no tiene cara (aunque algunas le ponen) o apellidos, su nombre empieza con “D”.  Si, el destino. Yo me imagino al destino como una mujer con un gran cabello largo y dorado, una piel suave y blanca y un vestido Chanel bellamente blanco, algo así como un personaje del Señor de los Anillos…

Pero más allá de su amorfa apariencia, si yo fuera vidente, seguro me quedaría aquí escribiendo hasta convencerte de que el destino ya está escrito, (como dice la abuela) y aunque puede que sea cierto, también puede que no.

La Señorita Destino, cada vez, sin importar que sea día festivo o que se estrene un nuevo capítulo de The Walking Dead, parece entrar en una fase caprichosa para hacernos retorcer desde nuestro interior y decir todo ese incrédulo discurso que inicia con el famoso “Por que a mí…” y a pesar de que no tengamos programada una cita con ella para tratar de aplicar algunas cuantas mentiras, existe la posibilidad de evitar toda esa escena de telenovela.

Si bien es cierto que muchas cosas nosotros no las controlamos, hay algunas más que podemos crear, modificar y en el mejor de los casos borrar. Incluso hay veces que eso que vemos como el peor apocalipsis de nuestras vidas, termina siendo el evento que da paso al paraíso y a las cosas que nos hacen sentir bien.

Posiblemente no te acuerdes de esto cuando estés en uno de esos casos, tal vez ni yo lo haga, pero aun así quiero decirte que todo está en la actitud. Es como el pastel imposible, solo que en este caso el chocolate es el destino y el flan la actitud positiva o negativa –según el caso- Si el destino te da una bofetada lo mejor es responderle con una magnifica carcajada y si te pone el pié, no importa, levántate bailando el Gangnam Style.

Tal vez es tiempo de que empecemos a sobornar al destino; aún no se cual es su helado favorito, pero al menos la  intento manipular todos los días, y cuando sigue en su papel de Tronchatoro y me hace alguna travesura, solo le sonrío, así como sonrío cuando pone en mi camino personas agradables, momentos lindos y colores llamativos.

Hay que vivir así, tal cual somos, con nuestra fealdad perfectamente bella, con nuestros disfraces de mentiras y con nuestras pícaras sonrisas, lo demás terminará sumándose a nuestra aventura.


jueves, 24 de enero de 2013

Un, dos, tres, por mí


Entre las miles de ideas que se retorcían en mi mente como seres extraños en un infierno, estaba la de compartir sentimientos por medio de letras. Pero entre la estrecha propuesta mediática solo conseguí abrir un tumblr y crear una especie de textos rápidos que escribía en momentos donde era mas probable que un deja vu se apodera de mi mente.


Después de cien mil años y de aplicarme una psicología infundada y más falsa que el Capitán Garfio conseguí lo que sentía inalcanzable: mi blog.

El nombre está mas claro que la piel de Robert Pattinson en Twilight. Tendré que abrir ciertos caminos para cavar más allá de mi cerebro y contar cosas vivenciales, inimaginables o extrañas, porque no necesité ganarme un premio Nobel para escribir ni ser el creador de un Best Seller para llenar algunos párrafos de historias reales.

Y no pretendo de hacerme de amigos ni de tantos enemigos, solo me gustaría que probaras un sorbo de mi sopa de letras para conjugar pensamientos y crear momentos (esto último no es la frase de una canción).

Así que a partir de hoy y hasta el verdadero fin del mundo llenaré con unas cuantas letras más la profunda ánfora del internet con publicaciones que tendrás que leer para descubrir si son reales o no.

Ahora que tal si me prestas tus ojos porque yo te prestaré mis letras.